sábado, 28 de noviembre de 2015

La bofetada a Charlotte Corday

La bofetada a Charlotte Corday
Alexandre Dumas, padre

-Soy -dijo- hijo del famoso Comus, físico del rey y de la reina; mi padre, al que su apodo burlesco hizo que lo incluyeran entre los prestidigitadores y charlatanes, era un sabio distinguido de la escuela de Volta, de Galvani y de Mesmer. Fue el primero que, en Francia, se ocupó de fantasmagoría y de electricidad, pronunciando conferencias de matemáticas y de física en la corte.

"La pobre María Antonieta, que yo vi veinte veces, y que más de una vez me tomó de las manos y me besó cuando estaba recién llegada a Francia, es decir, cuando yo era un niño, María Antonieta era gran admiradora suya. A su paso por París, en 1777, el emperador Joseph II declaró que no había visto nada más curioso que Comus.

"En medio de todo eso, mi padre se ocupaba de la educación de mi hermano y de la mía, iniciándonos en todo cuanto sabía de ciencias ocultas y en un montón de conocimientos galvánicos, físicos, magnéticos, que hoy son ya de dominio público, pero que en aquellos momentos eran secretos, privilegio sólo de unos pocos; el título de físico del rey, hizo que mi padre fuera encarcelado en 1793; pero, gracias a algunas amistades que yo tenía en la Montaña, conseguí que lo liberaran. Mi padre se retiró a esta misma casa en la que vivo ahora, y falleció en 1807, a la edad de setenta y seis años.

"Volvamos a mí. Acabo de mencionar mi amistad con miembros de la Montaña. Estaba relacionado efectivamente con Danton y con Camille Desmoulins. A Marat lo había conocido más como médico que como amigo. Pero, en fín, lo había conocido. Como consecuencia de la relación que tuve con él, por corta que fuera, el día en que condujeron a la señorita de Corday al cadalso, decidí asistir a su ejecución."

Muerte de Marat por Charlotte Corday
-Yo iba exactamente -interrumpí- a ayudarle en su discusión con el doctor Robert acerca de la persistencia de la vida, contando un hecho que la historia ha consignado relativo a Charlotte de Corday.

-Ahora llego a eso -interrumpió el señor Ledru- deje que lo cuente yo. Yo fui testigo, por lo tanto pueden creer totalmente lo que voy a contar.

"Desde las dos del mediodía había ocupado un sitio cerca de la estatua de la Libertad. Era un día caluroso de julio; el tiempo estaba pesado, el cielo nublado y amenazaba tormenta. A las cuatro la tormenta se desencadenó; según dicen, fue en el instante preciso en el que Charlotte subió a la carreta. Habían ido a buscarla a la cárcel en el momento en que un joven pintor estaba haciendo su retrato. La muerte celosa parecía desear que nada sobreviviera a la joven, ni siquiera su imagen. La cabeza estaba esbozada ya sobre el lienzo y, ¡cosa extraña!, cuando el verdugo entró, el pintor estaba pintando justamente la parte del cuello que la cuchilla de la guillotina iba a cortar.

"Los relámpagos brillaban, la lluvia caía, los truenos sonaban; pero nada había podido dispersar al populacho curioso; los muelles, los puentes, las plazas estaban atiborrados; los ruidos de la tierra cubrían casi los ruidos del cielo. Las mujeres, conocidas con el nombre enérgico de «golosas de guillotina», la perseguían lanzándole maldiciones. Oí esos rugidos aproximarse a mí como se oye el rumor de una catarata. Mucho tiempo antes de que pudiera verse nada, el gentío se agitó; finalmente, y como un navío fatal, apareció la carreta abriéndose paso entre la muchedumbre, y pude ver a la condenada, que yo no conocía, que no había visto nunca.

"Era una bella joven de veintisiete años, con unos ojos magníficos, una nariz de forma perfecta y unos labios de suprema regularidad. Se mantenía de pie, con la cabeza erguida, no tanto para parecer dominar al gentío, sino porque al llevar las manos atadas a la espalda se veía obligada a mantener en alto la cabeza. Había dejado de llover; pero como había soportado la lluvia durante las tres cuartas partes del trayecto, el agua que había caído sobre ella dibujaba sobre la lana húmeda los contornos de un cuerpo encantador; se habría dicho que salía del baño. La camisa roja que el verdugo le había puesto, le daba un aspecto extraño, un esplendor siniestro, a aquella cabeza altiva y enérgica. En el momento en que llegaba a la plaza, dejó de llover, y un rayo de sol, deslizándose entre dos nubes, vino a juguetear con sus cabellos que hizo brillar como una aureola. Realmente, les juro que aunque hubiera detrás de aquella joven un asesinato, acción terrible incluso cuando venga a la humanidad, aunque yo detestase aquel crimen, no habría sabido decir si lo que estaba contemplando era una apoteosis o un suplicio. Cuando vio el cadalso, palideció; la palidez fue más visible sobre todo a causa del contraste con la camisa roja, que le llegaba hasta el cuello; pero casi al instante hizo un esfuerzo, y terminó por girarse hacia el cadalso que miró sonriendo.

"La carreta se detuvo; Charlotte saltó al suelo sin querer permitir que le ayudaran a bajar, luego subió los escalones del cadalso, resbaladizos a causa de la lluvia que acababa de caer, tan rápido como le permitieron la longitud de la camisa que le arrastraba, y la molestia de las manos atadas. Al sentir la mano del ejecutor posarse en un hombro para arrancarle el pañuelo que le cubría el cuello, palideció por segunda vez pero, al instante, una última sonrisa vino a desmentir aquella palidez, y ella misma, sin que nadie la atara a la infame guillotina, con un impulso sublime y casi gozoso, introdujo la cabeza por la horrenda abertura. La cuchilla bajó, la cabeza separada del tronco cayó sobre la plataforma y rebotó. Fue entonces, escuche bien esto, doctor, escuche bien esto, poeta, fue entonces cuando uno de los ayudantes del verdugo llamado Legros, agarró la cabeza por los cabellos y como vil adulación al populacho, le dio una bofetada. ¡Pues bien! les juro que al recibir la bofetada la cabeza enrojeció; yo lo vi, la cabeza, no la mejilla ¿me oyen bien? no sólo la mejilla que había sido tocada, sino las dos mejillas y con un rubor similar, pues el sentimiento vivía aún en aquella cabeza, y se sentía indignada por haber sufrido un oprobio que no figuraba en la sentencia. El pueblo también se percató del rubor y se puso de parte de la muerta y en contra del vivo, a favor de la ajusticiada y contra el ayudante del verdugo. Y, allí mismo, exigió venganza de esta indignidad, y allí mismo el miserable fue entregado a los gendarmes y conducido a la cárcel."

-Espere- dijo el señor Ledru, al ver que el doctor quería hablar-, espere, eso no fue todo. Yo quería saber qué sentimiento había impulsado a aquel hombre al acto infame que había cometido. Me informé acerca del lugar en el que se encontraba; pedí permiso para visitarlo en la Abbaye, donde había sido encerrado, lo obtuve y fui a verlo.

"Una sentencia del tribunal revolucionario acababa de condenarlo a tres meses de prisión. No comprendía que lo hubieran condenado por una cosa tan natural como lo que había hecho. Yo le pregunté qué había podido impulsarlo a cometer aquella acción."

-¡Caramba! -dijo- ¡Qué pregunta! Yo soy partidario de Marat; acababa de castigarla por cuenta de la ley, y quise castigarla también por cuenta propia.

-Pero -le dije- ¿usted no comprende que es casi delito violar el respeto que se le debe a los muertos?

Este cuento se encuentra en su libro "Mil y un fantasma"
-¡Venga, pues! -me dijo Legros mirándome fijamente- ¿usted cree que están muertos porque se les ha guillotinado?

-Por supuesto.

-¡Ah, pues! se nota que usted no ve la cesta cuando están todos juntos; que no los ve mover los ojos, chirriar los dientes durante cinco minutos después de la ejecución. Nos vemos obligados a cambiar de cesta cada tres meses, hasta tal punto destrozan el fondo con los dientes. Es un montón de cabezas de aristócratas, ¿sabe? que no quieren decidirse a morir, y no me extrañaría nada que un día alguna de esas cabezas se pusiera a gritar: «¡Viva el rey!».


Ya sabía todo lo que quería saber; salí obsesionado por una idea: la de que esas cabezas estaban aún vivas, y decidí confirmarla.

(Cuento de su obra “Les Mille et un fantômes” (1849), traducción de Esperanza Cobos Castro)

viernes, 27 de noviembre de 2015

Lady Hamilton: Memorias de una favorita

Lady Hamilton: Memorias de una favorita

Título: Memorias de una favorita.

Categoría: Alejandro Dumas padre

Género: Novela biográfica.

Año de publicación: 1865

Edición original: París, Michel Lévy Fréres, 1865.

En la Biblioteca: Historia de una cortesana. Editorial Ramón Sopena. Biblioteca de Grandes Novelas. Barcelona. Traducción de Antonio Astort.

Alejandro Dumas escribe esta novela durante su estadia en Nápoles del 1860 al 1864, donde reunió mucha información sobre la vida en la corte de los Borbones.

Lady Hamilton (Emma Lyonna) es la protagonista de esta historia narrada por ella misma en su lecho de muerte, en una confesión ante el sacerdote que la ha asistido a lo largo de su vida corrupta como amante de varios personajes de la sociedad.

Emma Lyonna
Transcurre entre 1761 al 1815, la misma época que narra La San Felice. Esta provinciana de origen muy pobre se hace llamar Emily Hartal al trasladarse en 1781 a Londres, donde se convierte en la amante de Charles Francis Greville, sobrino de su futuro esposo sir William Hamilton.

En 1786 Greville la envía a Nápoles como amante de su tio sir Hamilton, a cambio de que le condone todas sus deudas. En 1791 ella se casa finalmente con sir William, convirtiéndose en la esposa del embajador de Inglaterra en el reino de las Dos Sicilias.

Por su extraordinaria belleza, Lady Hamilton llega  a ser la favorita de la reina María Carolina y alcanza gran fama en la corte napolitana. Se encuentra por primera vez con el almirante Nelson en 1793, y luego en 1798, a su regreso de la Batalla del Nilo. Es entonces cuando se convierte en su amante. Este romance causa gran escándalo en Londres, adonde Nelson regresa en compañía de los Hamilton. En 1801 tienen una hija llamada Horatia, a la cual mantienen en secreto por haber nacido fuera del matrimonio.


Después de la muerte de sir Hamilton en 1803 y de Nelson en 1805, Lady Hamilton cae en desgracia porque gasta toda la fortuna heredada en juegos y fiestas, hasta que es llevada a prisión en 1813, debido a su gran endeudamiento. Muere dos años después en extrema pobreza.

jueves, 26 de noviembre de 2015

La San Felice

La San-Felice
Título: La San Felice

Categoría: Alejandro Dumas padre

Género: Novela

Año de publicación: 1863-65

Marco histórico: 1798-1800, durante la República Partenopea en el Reino de Nápoles.

Publicación original: Publicada  por entregas en “La Presse”, París, entre el 15 de diciembre de 1863 al 13 de marzo del 1865.

Edición original: París, Michel Lévy Fréres, 9 vols, 1864-65

En la Biblioteca: 

Editorial Lorenzana, Barcelona, 1967. (en español)
Primera edición en inglés: The Neapolitan Lovers, London, S.                                                                Paul, 1916.

La San Felice fue uno de los últimos éxitos literarios de Alejandro Dumas. Narra el arresto y ejecución en Nápoles de Luisa Sanfelice (1764-1800), una aristócrata italiana, acusada de conspiración y colaboración con los franceses contra el rey Fernando I de las Dos Sicilias durante el establecimiento de la República Partenopea.

Salvato Palmieri, un enviado del General francés Championnet al rey de Nápoles es atacado por la policia secreta de la reina Maria Carolina a su entrada en la ciudad y abandonado frente a la casa del caballero de San Felice, librero del rey y esposo de la jóven Luisa. Ella logra esconder en su casa a Salvato, y con su cuidado lo salva de la muerte y lo mantiene alejado de los espias de la reina. Pero no se salva del amor que surge entre ellos.
Luisa Sanfelice en espera de su ejecución. Pintura de Giovacchino Toma.


Cuando el rey Fernando escapa a Sicilia y el ejército francés entra en Nápoles y establece la república, Luisa permanence en la ciudad y esa permanencia la hace sospechosa de colaboración política con los franceses. En Palermo, los reyes y su corte, donde se destaca Emma Lyonna, la esposa del embajador inglés Lord Hamilton, tratan desesperadamente de frenar el avance de la revolución y con el liderazgo del Cardenal Ruffo logran liberar Nápoles y expulsar a los invasores.

El Cardenal ofrece a los republicanos refugio y perdón a cambio de su rendición, condiciones que luego son violadas por los reyes que estaban llenos de odio y con deseos de venganza. El Almirante Nelson, enamorado de Emma Lyonna y bajo su influencia, desembarca en Nápoles y ayuda a la restauración de los Borbones, que ya en control de la ciudad, apresan y ejecutan a todos los presos.

Luisa y Salvato logran escapar por un tiempo, pero ella es detenida y condenada a muerte. La ejecución se aplaza por encontrarse embarazada y es recluida en una prisión de máxima seguridad, de donde trata de salvarla su enamorado en múltiples intentos infructuosos, que no pueden impedir su muerte en el cadalso.

Esta novela que se publicó por entregas en la prensa parisina, luego por su extensión fue editada en dos libros: La San-Felice y Emma Lyonna. Cuando se publicó en español se dividió en tres libros: La San Felice, Emma Lyonna y El destino de la San Felice.
The Neapolitan Lovers
Edición en inglés, 1916.


La mártir de amor. Edición en español.
También en español se puede encontrar una edición más antigua, una traducción de Adolfo C. González, editada por Ramón Molina en Barcelona bajo el título: La mártir de amor o La venganza del rey.


Se tradujo al inglés por el conocido bibliógrafo de Dumas R.S. Garnett y se publicó en Londres bajo los títulos The Neapolitan Lovers y Love and Liberty, en 1916 y 1918 respectivamente.

lunes, 9 de noviembre de 2015

“El papa frente a los evangelios, la historia y la razón humana”,

Alejandro Dumas visitó Italia en varios de sus viajes. En 1836 recorrió de incógnito Nápoles, donde tenia prohibida su entrada por orden del Rey Fernando II de Borbón, quien habia tenido preso e intento envenenar en prisión a su padre en 1799. Luego Dumas visitó Roma y fue recibido en audiencia por el Papa Gregorio XVI en el Vaticano, en un encuentro muy informal, donde el Papa conocio al novelista y al dia siguiente lo envio escoltado fuera de sus estados papales por circustancias que nunca estuvieron muy claras.

A finales de 1859, acompañado de su amante, la jóven Emilies Cordier, visitó otras ciudades italianas, a bordo de un yate de recreo que lo llevó a Roma, Verona y Venecia. Luego se trasladó a Milán donde se entrevistó con el General Giuseppe Garibaldi, que estaba dirigiendo una guerra por la unificación de Italia. En ese encuentro el General le confió a Dumas la escritura de sus memorias, primero comenzó a dictarle, pero al segundo día, la obligación le comenzó a aburrir y decidió entregarle sus escritos, para que Dumas los reescribiera con su estilo y confiando en su destresa literaria.

El escritor francés fue siempre un admirador de Garibaldi y decidió pasar de la admiración a la ayuda material. En 1860 compró la goleta Emma en el Puerto de Marsella y cargado de armas se dirigió a Sicilia, para ayudar al general, que lideriando sus “camisas rojas” acababa de desembarcar en Palermo, capital de Sicilia, en la que fue llamada la Expedición de los Mil y que fue un paso importante en la reunificación italiana.

La guerra que se libraba por la reunificación de Italia estaba dirigida desde el norte por el rey constitucional del Piamonte y Cerdeña Victor Manuel II, con el apoyo en el sur de Garibadi y contra el rey Francisco II de Nápoles y el Papa Pio IX en Roma. Los estados fronterizos, el imperio austriaco y Francia estaban en guerra. Primero Napoleón III de Francia era aliado del Victor Manuel y en la batalla de Magenta derrotaron a los austriacos.

Después de la victoria en Nápoles, el rey Francisco II se refugia en Roma. Garibaldi nombra a Dumas director de los museos y las excavaciones arqueológicas en Pompeya y Nápoles, y le asignó el palacio Chiatamone a la orilla del mar, donde vivio hasta 1864. También le destinaron un presupuesto para la fundación del diario L’Indipendente, desde donde continuó su apoyo a la causa de la reunificación italiana.

Ante el avance de las tropas garibaldinas, Pio IX solicita la protección del monarca francés Napoleon III que envió tropas a Roma, medida impopular hasta dentro del clero de su pais, que se encontraba un poco distanciado del papado. En ese contexto se publica la carta del Obispo de Orleans Monseñor Felix Dupanioup, con el título La soberania pontificia dentro de la ley católica y europea, que presentaba la posición de la Iglesia Católica francesa con relación a la soberanía de los estados pontificios y el apoyo que el Papa estaba recibiendo del monarca.

En respuesta a este escrito del Obispo de Orleans, Alejando Dumas publica “El papa frente a los evangelios, la historia y la razón humana”, en el diario L’Indipendente y luego en forma de libro editado por la Imprenta de Androsio de Nápoles en 1861. Dumas aumentó la controversia  con su apoyo a la eliminación total del poder territorial y político del papado, argumentando su posición desde los mismos evangelios en el contexto de la cultura y la historia de la iglesia; un escrito apasionado de Dumas que no gusto nada a la jerarquia eclesiástica.


Según Frank W. Reed, principal coleccionista de la obra de Dumas, el manuscrito de este libro, escrito a mano por el autor, apareció en 1921 y se intento publicar en Italia, pero un accidente impidio la publicación, que luego fue bloqueada por el Vaticano con el apoyo del nuevo estado italiano de Mussolini que renegociaba un concordato de soberania mutua con la iglesia de Roma.


La primera edición en Francia fue en 1960 por la Editorial Gallimard, gracias a la labor de rescate del conocido biógrafo de Dumas A. Craig Bell, que trascribió el libro de las microfichas del diario napolitano, y le añadió una carta de Dumas al Cardenal Antonelli, fechada el 26 de marzo de 1861. Una segunda edición fue publicada por la Editorial Ressouvenances de París en el 2009.